jueves, 18 de noviembre de 2010

A 73 AÑOS DE LA TRAGEDIA DE GUERNICA

Guernica, a 30 kilómetros de Bilbao, España, 26 de abril de 1937 a las 16:40 horas, la relativa paz de la que disfrutaba la villa vasca, aún en medio del enfrentamiento fratricida de la Guerra Civil española, quedó truncada sin previo aviso y para siempre por el bombardeo de la
Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, sobre una población indefensa y teóricamente al margen de la contienda que se libraba en los frentes de la batalla. Quienes desencadenaron aquel furor de apocalíptica devastación, no podían ni remotamente imaginar que estaban dando origen a la más indiscutida e indiscutible obra de arte del siglo XX.
En el fondo, sólo la sinrazón de Hitler, aliado de Franco en su lucha por derrocar el legítimo gobierno de la II República, y el ambiente prebélico de la II Guerra Mundial, aportan alguna pista sobre las causas de la masacre de 7.000 civiles orquestada en solitario por el genocida alemán.
El Führer necesitaba probar un nuevo aparato de guerra, los aviones “Junker”, orgullo de su maquinaria de destrucción. Por ello, y sin contar con el beneplácito del dictador español, Hitler tomó en solitario la decisión de conceder a Guernica el dudoso honor de convertirse en la primera ciudad en la historia de la humanidad en haber sido destruida desde el aire.
Ni objetivos estratégicos, ni arsenales militares, ni infraestructuras básicas para la campaña militar. En Guernica no había nada que justificase tal acción bélica. Sólo el más absoluto desprecio por la vida humana hizo del enclave republicano un campo de experimentación de la maquinaria de la muerte y un referente para los pacifistas de todos los tiempos.
Pablo Ruiz Picasso era por entonces un decidido valedor de la apuesta democrática y republicana. Por eso, el legítimo Gobierno de España le había encargado una obra que sirviera de escaparate ante el mundo de lo que se vivía en el país. La creación sería presentada en la Exposición Mundial de París de 1937.
Tras la matanza de Guernica, el pintor malagueño apenas necesitó un mes para acabar su obra, de colosales dimensiones. En ella refleja el dolor de la población vasca bombardeada, pero también es un alegato visual contra todas las guerras, contra todas las violencias.
A modo de anécdota, se cuenta que un día la Gestapo fue a indagar en la casa de Picasso. Durante este registro un oficial nazi, al ver sobre la mesa una foto del Guernica, le preguntó al artista español: “¿ha sido usted quien ha hecho esto?”, “¡No, fueron ustedes!”, respondió Picasso.

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