jueves, 18 de noviembre de 2010

VENCIENDO LAS DIFICULTADES

N.Hill

¿Cuál es el poder místico que da a los hombres de perseverancia la capacidad para dominar las dificultades? ¿Acaso la cualidad de la perseverancia despierta en la mente de uno alguna forma de actividad espiritual, mental o química que le permite el acceso a fuerzas sobrenaturales? ¿Es que la Inteligencia Infinita se pone del lado de la persona que prosigue la lucha, aún después que la batalla se ha perdido, a pesar de que todo el resto del mundo esté del lado opuesto?
Estas y otras preguntas similares surgían en mi mente mientras observaba a hombres como Henry Ford, que empezando desde abajo, construyó todo un imperio industrial, contando al principio con poco más que una gran perseverancia. O como Thomas Alba Edison que, con menos de tres meses de haber asistido a la escuela, se convirtió en el principal inventor mundial y consiguió que la perseverancia se transformara en el fonógrafo, la cámara de cine y el foco, además de medio centenar de inventos más.
Tuve el feliz privilegio de analizar tanto al señor Edison, como al señor Ford, año tras año durante un largo tiempo, en consecuencia pude estudiarlos muy de cerca, por lo tanto hablo por conocimiento personal y puedo decir que no encontré en ellos ninguna cualidad, excepto la perseverancia, que explicara ni siquiera remotamente la gran fuente de la que sus grandes logros procedían.
Cuando se lleva a cabo un discurso imparcial de los profetas, los filósofos, los hombres que producen milagros y los líderes religiosos del pasado, se llega a la inevitable conclusión de que la perseverancia, la concentración del esfuerzo y la definición del propósito, fueron las grandes fuentes que les permitieron alcanzar sus logros.
Consideremos, por ejemplo, la extraña y fascinante historia de Mahoma, analicemos su vida, comparémosla con la de hombres de grandes logros en esta hora actual de la industria y las finanzas, y observaremos que todos ellos tienen un rasgo común destacado: ¡la perseverancia!
A continuación, veremos uno de los ejemplos más asombrosos del poder de la perseverancia conocido por la civilización, es un extracto del libro de la biografía de Mahoma, por Essad Bey (Esto no debe interpretarse como la intención de interferir en los hábitos o creencia religiosa de cualquier persona).
-Mahoma fue un profeta, pero jamás hizo milagros. No poseía una educación formal y no anunció su misión hasta la edad de 40 años. Cuando anunció que era el Mensajero de Dios, fue tachado de lunático, se burlaron de él y fue desterrado de su ciudad natal, La Meca. Después de predicar durante 10 años, no tenía nada que mostrar salvo destierro, pobreza y ridículo. Sin embargo, Mahoma perseveró, y antes de que pasaran otros 10 años, se había convertido en el dictador de toda Arabia, gobernante de La Meca y cabeza de un nuevo mundo religioso.
Su carrera nunca tuvo sentido, Mahoma nació de miembros empobrecidos de una familia de La Meca, la cual era cruce de caminos del mundo, gran ciudad comercial, centro de rutas de caravanas y no muy saludable. Los niños eran enviados al desierto a ser criados por los beduinos. De ese modo, Mahoma fue alimentado con la leche de madres nómadas. Atendía las ovejas y no tardó en ser contratado por una viuda rica como jefe de sus caravanas. Viajó a todas las partes del mundo oriental y habló con muchos hombres de diversas creencias. Cuando tenía 28 años, Khadija, la viuda, se casó con él y durante los 12 años siguientes, Mahoma vivió como un rico y respetado comerciante. Luego empezó a deambular por el desierto, y un buen día regresó con el primer verso del Corán. Le dijo a khadija que el arcángel Gabriel se le había aparecido y le había dicho que él iba a ser el Mensajero de Dios.
El Corán, la palabra revelada por Dios, fue lo más cercano a un milagro que hizo Mahoma en toda su vida. No era poeta, no tenía el don de la palabra. Y sin embargo, los versos del Corán, tal como él los recibió y los recitó, eran mejores que cualesquiera versos que los poetas profesionales de las tribus pudieran producir. Eso fue un verdadero milagro para los árabes. Para ellos, el don de la palabra era el mayor don, el poeta era      todopoderoso. Además, el Corán decía que todos los hombres eran iguales ante Dios, que el mundo debía ser un estado democrático, el Islam. Esta herejía política, más el deseo de Mahoma de destruir los 360 ídolos existentes en la plaza de la Caaba, en La Meca, fue lo que le ganó el destierro, porque los ídolos atraían a las tribus del desierto a La Meca, y eso significaba comercio. Por ello, los hombres de negocios, los capitalistas, de los que él había formado parte, se echaron sobre Mahoma. Entonces, éste se retiró al desierto y demandó la soberanía sobre el mundo entero.
El auge del Islam comenzó. Del desierto surgió una llamarada que no se extinguiría: un ejército democrático luchando como una unidad y preparado a morir sin pestañear. Mahoma invitó a judíos y cristianos a unírsele, porque él no estaba creando una nueva religión. Estaba llamando a todos aquellos que creían en un solo Dios a unirse en una sola fe. Si los judíos y los cristianos hubieran aceptado su invitación, el Islam hubiese conquistado el mundo entero. Pero no fue así. –
Definitivamente la perseverancia es una cualidad que se puede cultivar, y son cuatro pasos sencillos los que nos conducen a ese hábito. No exigen gran inteligencia, ni una gran cultura. Sólo tiempo y esfuerzo mínimos:
1) Un propósito definido apoyado por un ardiente deseo de cumplirlo.
2) Un plan definido, expresado en una acción continua.
3) Una mente cerrada a toda influencia y desánimo negativos, incluyendo las sugerencias negativas de amigos y parientes.
4) Una alianza amistosa con una persona o más, capaz de animar a uno a seguir adelante con el plan y el propósito.
Son los cuatro pasos esenciales para el éxito en todos los ámbitos de la vida y se deben convertir en un hábito. Son los pasos mediante los que uno puede controlar su destino económico, convierten los sueños en realidades físicas y conducen al dominio del temor, el desánimo y la indiferencia.
La recompensa para aquellos que aprenden a dar estos pasos es el privilegio de escribir lo que ha de ser su propia vida y conseguir que ésta le proporcione lo que se le pide.

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