miércoles, 10 de noviembre de 2010

JESÚS HUMANIZADO

 Para ZOOM
Por Adhemar R. Suárez Salas
De todas las interpretaciones en torno a la personalidad de Jesús, la que más me atrae es la que se fija en el hombre que vivió entre los hombres y aquí, en la tierra, dio las pruebas más serias y perdurables de lo que significa ser humano entre los humanos. Jesús como núcleo activo de las posibilidades y contradicciones humanas es para mí el más constante entrañable de los Cristos.  El hombre que predica simultáneamente la inocencia y la bondad pero también la furia activa contra los fariseos y los mercaderes del templo.  El Jesús que nos pide "dar la otra mejilla" y el que dice traer la guerra y no la paz.  El Jesús que pide "dejad que los niños vengan a mí" y el que nos urge a abandonar padre y madre para actuar en el mundo. Esta es la fuerza portentosa e incomparable de Jesús.  Desde la pobreza, la humildad y el anonimato, predica algo más que la salvación del mundo.  Predica la salvación en el mundo. Nos ofrece un mundo como oportunidad de salvación, no como tierra condenada fatalmente al mal.

La prédica ultraterrena de Jesús se desvanece frente al poder de su ejemplo terreno.  Este es un hombre que lleva a su más alto estadio la aspiración humana como manera de vivir juntos, prestarnos atención unos a otros, no transigir con la hipocresía, el fariseísmo y la simonía que al cabo mancharon a la Iglesia creada en su nombre.  La contingencia de Jesús en su grandeza. Su vida secreta y oscura es la condición de su eternidad.  Su contacto personal es con los más indignos y los más incrédulos. No les predica a los convencidos. No dogmatiza. Sus contradicciones mismas se lo impiden. Porque actúa en el tiempo, Jesús nos empuja a creer en el tiempo. Hay en sus palabras una extraordinaria fe temporal, pues aún cuando la eternidad aparezca como horizonte de sus palabras, es el futuro humano la meta del discurso de Cristo.

La fe de Jesús es una exigencia para que trabajemos en el mundo. El cielo de Jesús es la solidaridad con el prójimo, no un empíreo celeste. El infierno de Jesús es la injusticia en la tierra, no un averno profundo en llamas.  Lo que Jesús extiende a la vida eterna son los valores de la vida en el mundo.  La metáfora misma de la resurrección es la manera de decirnos que estamos obligados a completar la vida, no sólo a continuarla, y que la continuidad de la vida a pesar de la muerte es la realidad de la vida eterna.  La salvación está en el mundo. El infierno está en el mundo. Y el mundo se ha encargado de darle la razón a Jesús.  Más de dos mil años de traiciones no han logrado matarlo.  Qué poco duraron los imperios del mal, el Reich alemán destinado a un milenio según Hitler, el futuro comunista prometido con la burocracia soviética.

"¿Se puede amar a Dios sin conocerlo?".  "Si" es la respuesta a la terrible pregunta de Dostoievski  : "¿Se puede conocer a Dios sin amarlo?" Ivan Kamarazov, contesta: "Sí".  Este es el dilema y sólo Jesús lo resuelve.  Una persona no es Dios, pero Dios puede ser una persona. De allí que millones de hombres y mujeres crean en Jesús y sean su fuerza, más allá de las iglesias y las clerecías.  Jesús es el corrector de prueba de la vida humana.  Porque, en definitiva,  Él no vino a resucitar a los muertos, sino a resucitar a los vivos.

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