martes, 9 de noviembre de 2010

DE LAS PULPERIAS Y PULPERAS AÑEJAS

Para ZOOM                                                                                   
Por Hogier Parejas Añez
Actualmente existen algunas pulperías en nuestra ciudad como las de antaño, no sólo en los barrios, sino también en el centro o casco viejo;  las mismas se fueron ampliando convirtiéndose en almacenes y bazares. Hoy Santa Cruz posee muchos micromercados, supermercados y enormes tiendas para poder atender a la creciente demanda que exige el aumento demográfico debido al desplazamiento de gentes venidas de recónditos sitios o lugares, convirtiéndose nuestra capital en la más extensa y poblada de Bolivia.
Rememorando al Santa Cruz de antes, traemos a colación a la clásica pulpería tradicional, pequeño negocio que surtía con artículos variados  a la canasta familiar cruceña, tales como: panes de varias clases, bizcochos, cuñapeses, empanadas, pan de arroz, dulces y golosinas, pororó, suspiros, paraguayos, rosquetes, mazapanes, bizcochuelos, chimas, birulos, pepas y pastillas de miel de abejas; empanizao, jalea y melao. También, cafiaspirina, geniol, alcohol, kerosén, chicha camba, velas de cebo, jabón de lejía en chala, azúcar blanca y baya, pilas eveready, bolas de cristal y de barro, resortes y ataderas para hondas, agujas, hilo marca “Chivo”, blonditas, y por supuesto frutas de las nuestras: guineo, plátano, naranja, mandarina, lima, manga, piña, papaya, guapurú, motoyoé, achachairú, guapomó, ocoró, marayaú, ambaiba, lúcuma, pachío, tarumá, chirimoya, guayaba y tantas otras. Y en cigarrillos, no podían faltaban los Derby, Póker, Sucrense y cayubaba.
Sin decir quizás, cualquiera podía tener una tía solterona y beata, de aquellas que vestían santos y angelitos en las iglesias de La Capilla, San Andrés, San Roque, San Francisco, La Merced e incluso en La Catedral; y algunas viudas que eran pulperas.
Traigo a la memoria personas que tenían ese tipo de negocio, como doña Isabel de las ricas tortillas de hojitas, doña Heriberta de la Panificación Oriental, doña Augusta, de la calle Beni, tan ocurrente, doña Domitila, doña Dorotea, doña Margarita y La Predilecta, doña Eudocia, las Chalot y las Otazo. La señora Amanda y sus riquísimas empanadas de arroz, y los Sauto, que hacían el pan francés.
Al escribir sobre estos aspectos de la vida doméstica cruceña de los tiempos idos, no puedo dejar de mencionar al manjar blanco, el dulce camba que ha llegado a muchísimos países del mundo, ese que actualmente se vende por el mercado “Los Pozos”. También debo referirme al más antiguo lugar de abastecimiento, el mercado “La Recova”, que estaba ubicado en la esquina formada por las calles Libertad y Florida, a una cuadra de la Plaza 24 de Septiembre, y al Mercado Nuevo, de la calle Sucre y Cochabamba, donde aún se encuentra actualmente.
Así era nuestra querida y añorada Santa Cruz de calles arenosas y fangosas, con su plácido transcurrir, donde la inseguridad era algo desconocido, ciudad-aldea bella y poética, donde la serenata trasnochada era como el pan de cada día (y de cada noche).
En las tertulias donde hacían alarde las ocurrencias de los ocurrentes, se acuñó una frase a propósito de las pulperas, que dice: “Esa peladanga linda, está como pa´ ponerle una pulpería en esquina” (las pulperías ubicadas en una esquina eran las más cotizadas).

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