lunes, 8 de noviembre de 2010

GISELLE…O GUÍSELA DE SANTA CRUZ


Para iniciar mi blog elegí esta entrevista a una distinguida dama cruceña, como es Doña Giselle Brunn Sciaroni, heroica y señera luchadora por las reivindicaciones de nuestra tierra.
Publicada en el la edición número 23 de ZOOM.
Por Chacho Candia

Señor Cirujano
Quiero cambiar mi corazón
Con el de Giselle Brun
Solamente unos instantes
Para sentir en mi pulso la intensa palpitación
De sus ríos anhelantes…
                                         Raúl Otero Reiche
Mamá Giselle…
No llores, sino
No podrás ver el Sol
Pues tus lágrimas
Te impedirán ver las estrellas
                                          Un drogadicto
Drogadictos, presidiarios y niños, pasando por toda una gama de poetas, literatos, escritores e intelectuales cruceños y no cruceños, hasta llegar a la máxuma expresión de la poesía del oriente boliviano, el vate cruceño Raúl Otero Reiche, han escrito odas y alabanzas a la entrevistada de honor de este número de ZOOM.
Prominente ciudadana boliviana y meritoria cruceña. Mujer de exótica belleza, de esbelta figura, porte distinguido e indiscutible señorío, a decir de Remberto Iriarte Paz. Podríamos añadir que es un verdadero ícono, un referente cruceño, abanderada de las luchas cívicas en la década del 50 para conseguir lo que por justicia le correspondía a nuestro pueblo. Luchas que costaron sangre, sudor y lágrimas, a una Santa Cruz que por entonces era la cenicienta de Bolivia, de una Bolivia que hasta ahora le cuesta aceptarnos como parte suya.
De nombre y apellidos netamente europeos, Giselle Brunn Sciaroni, más camba que el jasayé, quien en los cálidos veranos de su adolescencia adoraba bañarse en traje de Eva en las cristalinas aguas del río que atravesaba la hacienda familiar de Cuatro Ojos, luchó codo a codo por su pueblo junto a los Melchor Pinto, los Carlos Valverde, los Pepe Gil, Elfy Albretch, Alicia Cerruti, Anita Suárez y tantos otros personajes de la época, verdaderos patricios que escribieron su nombre con letras de oro en las gloriosas páginas de la historia moderna de una Santa Cruz que al unísono se puso de pie al grito de ¡ONCE POR CIENTO!
Giselle, o más bien Guísela para los amigos, nos esperó con unas ricas salteñas en su domicilio de la calle 24 de septiembre entre Seoane y Cuéllar, antiguo barrio del suscrito, donde también vivían entre otros, Danelio Domínguez, Mateo Kuljis, Hernando Sanabria Fernández y el ilustre educador, Avelino Peredo.
ZOOM - ¿Qué papel desempeñó la mujer en las luchas cívicas cruceñas?
G.B.S. – Fue muy importante por la valentía que demostró la mujer cruceña en momentos decisivos, su temple y su valor fueron puestos a prueba en más de una ocasión.
El Dr. Melchor Pinto tuvo la iniciativa de luchar por el 11% de las regalías petroleras que le correspondían a Santa Cruz. Entonces apareció Carlos Valverde con un grupo de jóvenes para formar la Unión Juvenil Cruceñista y poder respaldar al Dr. Melchor Pinto. Nos reunimos en la Universidad Gabriel René Moreno a la cabeza de Carlos Valverde, un grupo de 63 jóvenes, entre los cuales yo era la única mujer. Se conformó un Directorio ad hoc compuesto por Carlos Valverde como Presidente, Toto Cortéz como Secretario y Pitungo Landívar como Tesorero. Entonces, la Dra. Elfy Albretch dijo: “Las mujeres también tenemos que participar”, y también se formó un Directorio conformado por la Dra. Elfy como Presidenta, Alicia Ribera de Cerruti como Vice, Anita Suárez de Leigue como tesorera y yo como Secretaria General. Ese fue el primer Directorio del Comité Cívico Femenino.
ZOOM - ¿Qué situación, de las vividas en esa época, recuerda más?
G.B.S. – Sin duda que la persecución y el atropello de que fue objeto nuestro pueblo por un grupo de emenerristas. La masacre de Terebinto por parte de una horda de asesinos que vinieron del interior enviados por el gobierno central, quienes mostraron todo su odio y resentimiento a hacia los cambas. Estos asesinos, enviados por el gobierno emenerrista de entonces, pintarrajearon las paredes de nuestras casas con una serie de insultos a la gente cruceña y muy especialmente a las mujeres. Esta gente entró al Club Social, donde hicieron barbaridades, al igual que en la plaza principal.
ZOOM - ¿Hubo mujeres presas en alguna ocasión?
G.B.S. – En una oportunidad detuvieron a la Dra. Elfy, pero la soltaron a las dos o tres horas gracias a la presión del pueblo. En otra ocasión, nos apresaron a tres de nosotras, la Chinga Bravo, la señora Alpire y a mí. Los coroneles José Parada Suárez y José Camacho se acercaron a mí y me dijeron que no me preocupe porque ellos se iban a turnar por las noches para evitar cualquier posible abuso. Entonces llegó una orden de La Paz, firmada por San Román, el tristemente célebre Jefe Nacional del tenebroso Control Político, por medio de la cual se disponía el traslado de mi persona a la ciudad de La Paz, pero intervinieron Monseñor Rodríguez, el padre Carlitos Géricke, el Comité Pro Santa Cruz, además de instituciones como los Leones y Rotarios, evitando mi traslado presa a La Paz. Entonces, el prefecto Atalá  dispuso mi detención domiciliaria en casa de la Directora de Educación Dora Rivero, donde estuve 15 días con custodia policial permanente. Por último tuvimos que salir al exilio, Elfy se fue al Perú y yo a Buenos Aires, donde permanecí durante 6 meses.
ZOOM – Guísela, todos estos hechos forman parte de la historia de la Santa Cruz moderna, de la que tanta gente disfruta actualmente sin conocer estos sucesos, ¿por qué esto no se enseña en nuestros colegios?
En realidad no lo sé, pero creo que debería hacerse conocer a nuestra juventud para que valoren más lo que es actualmente Santa Cruz, que esto no nació porque nació y que no siempre existió Equipetrol. El progreso vino, pero pagamos un alto precio de sangre, luto, lágrimas y exilio.
ZOOM – Yo recuerdo que para ir al colegio, cuando llovía había que sacarse los zapatos para cruzar las calles que eran verdaderos ríos y lodazales…
G.B.S. – Sí, y la luz eran unos foquitos miserables de la “Empresa de Luz y Fuerza” de Ortíz y Mckenny, cuyo depósito de leña estaba aquí frente a mi casa a 3 cuadras y media de la plaza principal. De igual manera el agua, era de un pequeño depósito de agua llamado “La Caja de Agua” que estaba en la calle Mercado.
Todo esto cambió gracias a que nuestro pueblo supo luchar por lo suyo, y no como a veces se escucha decir que fueron los inmigrantes quienes levantaron Santa Cruz, eso es una falacia. Es verdad que luego vino tanto gente del interior como del extranjero y se afincaron y trabajaron en Santa Cruz a la par del cruceño, pero el despegue del progreso de Santa Cruz vino al recibir las regalías del 11% por las que luchamos.
ZOOM - ¿Alguna anécdota especial de la época?
G.B.S. – Como Luis Sandóval Morón y sus matones sembraban  el terror en el pueblo, fuimos con la Dra. Elfy, Anita Suárez y Alicia Cerruti a decirle al prefecto de que si en 48 horas no lo hacía salir de Santa Cruz, las mujeres ingresaríamos en una huelga de hambre; y nos fuimos a esperar a la Alcaldía Municipal (actual Casa de la Cultura). A las 48 horas se hizo presente para hablar con nosotras, el canciller de la república Ing. Manuel Barrau, muy elegante, de corbata y relucientes zapatos. Pero antes de que él llegue habían traído a la Alcaldía, el cadáver del integrante de la Unión Juvenil Cruceñista, Gumercindo Coronado recién asesinado por los “moronistas”, así que todas estábamos consternadas. Entonces fue que llegó el canciller Barrau y en las gradas del edificio, dirigiéndose al grupo de mujeres dijo estas palabras: “Distinguidas y valerosas damas cruceñas…” y ahí terminó si discurso, porque las mujeres se abalanzaron sobre él, lo tumbaron, le pegaron, le rompieron la camisa, le sacaron los zapatos y con ellos le golpearon la cabeza, en fin, se dio rienda suelta a la bronca contenida por el reciente asesinato de Coronado cuyo cadáver estaba allí. El ministro ayudado por sus asistentes se fue maltrecho al Hotel Santa Cruz, donde se alojaba (no existía “Los Tajibos”). A las 2 horas nos envió un mensaje donde pedía que fuesen a hablar con él, solo los miembros del Directorio. Hacia allá fuimos Elfy y yo,  como había llovido se me perdió un zapato en el barro al cruzar la calle, entonces tiré el otro y seguí descalza. El canciller  nos esperaba nuevamente elegantemente vestido, era un hombre distinguido, y mientras nos aseguraba que  iba a hacer las gestiones en La Paz para que Morón salga de Santa Cruz, no dejaba de mirar mi “pinta” de piernas cruzadas, pantalones blancos y mis descalzos piés embarrados, mientras yo me hacía la desentendida. Al despedirnos, me dijo: “Giselle, espero verla más presentable en otra ocasión”.
Se podrían conversar horas con Guísela y seguir con ganas de más. Uno no siente el paso del tiempo al conversar con esta mujer que, por su patriotismo tuvo la rara experiencia de leer su epitafio en su propia invitación necrológica que, le enviaron anónimamente por el delito de conseguir recursos y vituallas para enviar a los soldados bolivianos que combatían en La Higuera contra el “Che” y sus guerrilleros. Gisselle o Guísela de Santa Cruz, mujer incansable en su afán de ayudar y hacer el bien.
                                                                                                          
NOTA. A partir del próximo número de ZOOM, tendremos el privilegio de difundir en capítulos el libro del profesor Edgar Lora, “Giselle”, que narra la vida de esta notable dama cruceña.

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