jueves, 18 de noviembre de 2010

¿PREOCUPADO (A)? ¡TOME UNA DECISIÓN!

Por Chacho Candia

La preocupación es un estado mental que está basado en el temor, que funciona lenta, sutil y persistentemente. Poco a poco se abre camino hasta que paraliza la facultad de razonamiento, destruye la confianza en sí mismo y la iniciativa. Es una forma de temor sostenido, causado por la indecisión. Es un estado mental que es posible controlar.
Una mente desequilibrada es impotente. La indecisión hace que la mente sea desequilibrada. A la mayoría de las personas les falta fuerza de voluntad para tomar decisiones con prontitud, y para mantenerlas con firmeza una vez que las han tomado.
No nos preocupamos por las condiciones cuando hemos tomado una decisión. Cierta vez se entrevistó a un hombre que iba a ser ejecutado dos horas más tarde. El condenado era el más tranquilo de todos quienes estaban con él en la celda. Al preguntarle cómo se sentía sabiendo que en unos minutos más iba a morir, se sonrió, y contestó: “Me siento muy bien. Sólo tengo que pensar que todos mis problemas habrán terminado dentro de poco. Toda mi vida, sólo he tenido problemas. Siempre me ha sido difícil conseguir alimento y ropa y dentro de poco ya no necesitaré nada de eso. Me he sentido muy bien desde que supe con seguridad que iba a morir, entonces me preparé mentalmente para aceptar mi destino con buen espíritu”. Mientras hablaba, devoraba una cena como para tres personas. La decisión daba a ese hombre una resignación ante su destino.
A través de la indecisión, los temores se transforman en un estado de preocupación. Podemos suprimir el temor a la muerte, tomando la decisión de aceptarla como algo inevitable. Podemos eliminar la preocupación por la crítica decidiendo no preocuparnos por lo que la gente piense, haga o diga. Podemos dejar de preocuparnos por la vejez tomando la decisión de aceptarla, no como un obstáculo, sino como una gran bendición que lleva consigo la sabiduría, el autocontrol y la comprensión que no se conocen en la juventud. Libérese del temor por la enfermedad adoptando la decisión de olvidarse de los síntomas.
Mate la costumbre de la preocupación en todas sus formas tomando la decisión general de que no hay nada en la vida por lo que valga la pena preocuparse. Con esta decisión alcanzará serenidad, paz mental y claridad de pensamiento, lo cual le traerá felicidad.
Un hombre con una mente llena de temor, no sólo destruye sus propias posibilidades de acción inteligente, sino que transmite estas vibraciones destructivas a las mentes de todos aquellos que le rodean.
Esto lo sabían muy bien los antiguos israelitas. Cuando sus ejércitos se lanzaron a la conquista de la tierra prometida, los jefes de los escuadrones decían a sus soldados que, aquél que tenía miedo de entrar a la batalla, se podía ir a su casa, para así no contagiar su temor a los demás. Y no había castigo alguno por esto, ya que era una de las leyes de guerra que Dios sabiamente, había decidido para su pueblo.

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