miércoles, 23 de marzo de 2011

AFRENTA A LA DIGNIDAD

Para ZOOM por Hogiers Parejas Añez
Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la magistral y consagrada obra, Don Quijote de  la Mancha –cumbre de la literatura castellana, y, por qué no decir, tal vez de la literatura universal- hace que su personaje “El de la Triste Figura – Caballero entre los caballeros”, tenga a su amada Dulcinea del Toboso en un sitial de privilegio, capaz de batirse a duelo con cualquiera que ose faltar o cometa una afrenta relacionada con su amada dama. En contraposición, Sancho Panza, su escudero, falto de idealismo, era más avenido a las cosas corrientes, con los pies sobre la tierra, desprovisto de caballerosidad, orgullo y vanidad, prototipo del hombre común.
El pundonor de los caballeros siguió vigente por siglos, durante el medioevo el romanticismo lo mantuvo, por ende, en otras preciosas obras literarias se narran o relatan desafíos, lances y duelos derivados de amoríos, como en Don Juan Tenorio, Casanovas, Romeo y Julieta, y otros tantos, a florete o espada y a pistola, como en Los Tres Mosqueteros, El Conde de Montecristo y otros hermosos libros que deleitan a los lectores sobre la faz de la tierra.
Con el correr del tiempo, todo aquello extraído de la vida cotidiana, de las Cortes, Reinados, Principados, Ducados, etc., contado por célebres autores de esos tiempos idos, (aventuras, rencillas, etc.) de los palaciegos y cortesanos, parecen haber pasado a la historia.
Actualmente, da la impresión –hago hincapié – que se ha perdido el honor, la honestidad, el valor y la hombría de bien, valores intrínsecos extraviados en el tráfago en que se debate la vida del hombre actual, moderno y globalizado. Muchas cosas le son indiferentes, casi todo disculpan o pasan por alto; el justificativo es que “no les llega”, son impermeables, les resbalan las expresiones lengüilargas, según de quién procedan (si el asunto tiene que ver con la política o los políticos, peor). Actualmente, no se estilan los duelos; sin embargo, los asuntos delicados deberían ventilarse entre hombres en el campo del honor (tal vez por cobardía o exceso de prudencia no sucede así), o bien en los tribunales de justicia de acuerdo a las leyes del hombre civilizado.
La insolencia está cobrando carta de ciudadanía, los insolentes se van multiplicando, aunque a veces se topan con la suela de sus zapatos y reciben un escarmiento. Por lo visto y oído, la ignorancia está ganando terreno con sus funestas consecuencias dejando una secuela de efectos secundarios.
No se respetan jerarquías, viértense y se reciben insultos como lo más natural y no se les mueve un pelo, hay quienes piensan que los demás deben sacar la cara por otros y zanjar la cuestión.
Obviamente  los asuntos de honor han quedado obsoletos. Ahora ya no está vigente el pundonoroso caballero, y el que reina es el poderoso caballero, “Don Dinero”.

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