martes, 22 de marzo de 2011

“LLAMADOS A VIVR EN LIBERTAD (Gl 5, 13)”

Por Carlos Dabdoub Arrien
Bajo este título, los obispos y arzobispos de Venezuela hicieron conocer el pasado 19 de octubre su posición sobre la reforma constitucional planteada por el gobernante Hugo Chávez. Al respecto, declaran que el debate “no puede considerarse como un simple conflicto entre ‘oficialismo y oposición’, entre ‘ricos y pobres’. Es algo que concierne al futuro de todo el pueblo venezolano. Y en este debate, nadie debe discriminar ni excluir ni ofender a quienes sustenten una opinión contraria a la suya”.
“Dios nos ha creado como personas libres –dicen–, con capacidad de organizar la vida personal y la vida social. Vida y libertad son inseparables. Dios libera, porque es el Dios de la vida; se revela en la historia liberando a su pueblo, no quiere que ninguna nación esté esclavizada o dominada por otra, ni por sus propias autoridades. La libertad no es una condición abstracta del ser humano y de la sociedad. La libertad es un derecho fundamental innato en cada ser humano, que no tiene otros límites que la libertad y los derechos de los demás. Todo lo que se opone a la libertad se opone a la vida”.
Agregan: “La genuina democracia no consiste sólo en la elección de las autoridades; no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores (…) se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando el pueblo" (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida 74). “La solución al drama de la pobreza, de las injusticias sociales, de las hirientes desigualdades, no está en el capitalismo salvaje ni en el socialismo marxista, sino en la práctica de la justicia social y de una efectiva caridad” (Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus 33, 48-49).
Sobre el poder estatal, Juan Pablo II en esta misma encíclica dice que el «Estado totalitario tiende, además, a absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas» (C.A. 45 b), mientras que el papa Benedicto XVI en su encíclica Dios es amor advierte: «Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio» (28 b).
Este documento agrega: “La implantación de un Estado socialista es excluyente, e implica el cese del pluralismo y de la libertad política y de conciencia de los ciudadanos. Es un hecho comprobado que dentro de un Estado democrático pueden existir partidos socialistas y gobiernos socialistas. Abundan ejemplos en el mundo actual como Chile y Brasil. En cambio, en un ‘Estado socialista’, tal como se propone en Venezuela, toda la actividad política, social, económica y cultural se encuadra dentro de una única opción, un pensamiento único”.
El manifiesto de la Conferencia Episcopal venezolana plantea sólidos argumentos para quienes defendemos la democracia, la libertad y la autonomía, que conforman la trilogía inseparable de quienes se sienten libres y luchan por una patria unida y pacífica.

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