miércoles, 23 de marzo de 2011

Y VOS, MUJER, ¿TE ACORDAS?


Por Chacho Candia
Una hermosa y vieja costumbre en nuestra querida Santa Cruz, fueron las serenatas,  acontecimientos nocturnos que se erguían con dos motivos: en la víspera de un cumpleaños, o por un romance amoroso.
En ambos acontecimientos los guitarristas y cantores elegían y ensayaban canciones acordes con las personas de quien se tratase. Llegada la media noche, en el caso de los cumpleaños, con especial cuidado y respeto, dando una verdadera sorpresa, llegaban a la puerta de la amistad que iba a cumplir años “mañana”, y le entonaban las canciones escogidas; el homenajeado abría sus puertas, recibía los abrazos, hacía pasar a los cantantes y guitarristas, seguidos del grupo organizador de la serenata; la fiesta empezaba luego y se prolongaba hasta el amanecer, con atenciones múltiples del anfitrión que cumplía años.
En otros casos, era programa propio de los enamorados, o de aquel que pretendía ser enamorado de tal o cual beldad. Con las serenatas engalanaban a la deidad de sus ojos y vivían un idilio que romantizaba con las cuerdas de las guitarras y las voces de los trovadores.
Llegada la hora indicada, los serenateros se aproximaban sin hacer ruido, hasta colocarse debajo de la ventana, o del balcón, guiado por los enamorados, y entonces entonaban canciones, tales como:
“Como un rayito de luna
entre la selva dormida
Así la luz de tus ojos
ha iluminado mi pobre vida…”
Hubieron chicas que al finalizar la serenata lanzaron desde su balcón una flor, y en otros casos, les decían una sola palabra: “¡Gracias”!
Las hermosas serenatas han desaparecido y sólo quedan recuerdos de ellas, se las evoca en noches de vigilia profunda, sobre la almohada, y en ciertos casos se producen lágrimas del alma, hechas filosofía que son más profundas que las tibias perlas que ruedan por las mejillas.
La serenata siempre se consideró un muy buen regalo. Ha perdido vigencia en las últimas décadas dada la tendencia de las comunidades a vivir en condominios cerrados y apartamentos en altura.
Pero, haciendo remembranzas del ayer que nos ha sacudido, recordemos aquellos momentos hermosos de nuestros primeros retos, cuando el corazón enamorado se cautivó en los arcos fuertes del amor verdadero. Cuando una mujer ilusionada entregaba lo más excelso del alma al ser amado, cuando extasiada en la nocturna espera fantasiosa y soñadora, trataba de pernoctar cerquita de su ventana, por lo que pudiera suceder.
¿Y qué cosa más hermosa le puede suceder en una noche cualquiera a una mujer enamorada?… ¡Pues, escuchar desde la intimidad de su dormitorio los dulces acordes de una guitarra, presagiando la cercana presencia de su amado!
Quizá la palabrita “serenata” suene a época de oro, a tiempos de antaño, a tiempos más bohemios cuando la delicadeza para demostrar el amor a la mujer, era más evidente y más llegadora. Puede traer “ayeres” que se quedaron profundamente dormidos en el recuerdo ancestral, pero que, indiscutiblemente, fueron instantes deliciosos para quienes los vivieron a su manera y en su tiempo, cuando enamorados vivían apasionados romances. Todo era tan distinto a la era actual de nuestro presente siglo XXI.
En nuestro medio, y de mis tiempos, hubo excelentes cultores de la serenata, tales como: Reyes Antelo, Dito Roca, “Piyito” Vargas, los hermanos Antelo (Rolando y Pepi), Humberto Vaca Pereyra, Darío Parada, Lucho Fuentes, Chuño Rodríguez, Fito y Hugo Zambrana, Manuel Arredondo, José René Moreno, Dante Parada, “Nano” Parada, Danelio Domínguez y Tito Aliaga entre otros, con quienes tuve la suerte de poder participar y, prácticamente, con todos ellos fuimos a cantarle a quien hoy es mi esposa y  madre de mis hijos. Lamentablemente, algunos de los nombrados ya no están, pero con algunos otros aun compartimos noches de arte.
Hace poco tiempo, me comentaba mi querida amiga y tenaz luchadora por nuestras reivindicaciones regionales, verdadera heroína cruceña, Giselle Brunn Sciaroni, de aquella oportunidad en que sus amigos “Tauras” le llevaron serenata con un piano montado sobre un camión, y quien ejecutaba el preciado instrumento era nada menos que nuestro, también, apreciado amigo y consagrado compositor cruceño, Nicolás Menacho Tarabillo.
Aquellos tiempos, sí eran tiempos de gloria en materia de amor, verdaderas sendas del romanticismo y estoica comunión de almas. Suspiros iban y suspiros venían. Todo un exótico cortejo de alto y refinado protocolo para poder llegar al corazón de la mujer amada.
Fue una época inolvidable para muchas parejas, en que estuvieron tan de moda las ventanas y la confidente luz de la luna que bañaba nuestras argentadas calles arenosas en nuestra vieja Santa Cruz, el canto sublime de los grillos, el cómplice silencio de la noche, los pañuelitos bordados, las perfumadas cartas de amor escritas de puño y letra, las cuerdas de una guitarra, y la mirada impaciente del hombre enamorado, esperando que su amada se asome enamorada por su ventana, para recibir su serenata.
Pero, lo cierto es que, no fue una, sino varias las veces que los serenateros tuvieron que llevarse la gran sorpresa en esas noches divinas al llevarle serenata a una dama, pues no era raro que el padre de ésta se asomara a la ventana para ahuyentar al enamoradizo” Romeo”. No cabe duda que las culturas del ser humano son tan diversas y tan llenas de principios individualistas y tradiciones: ¿Qué tenía que hacer el padre, posesivo y celoso, “invitando” a retirarse a los trasnochados “Romeos”, cuando ellas en la oscuridad sedante de su cuarto se mordían las ganas de salir y arrojarles suavemente un lazo de su pelo, una flor o un beso a sus enamorados?
Sí que los tiempos han cambiado muchísimo. Hoy, si escucháramos esas bellísimas historias de amor, nos atreveríamos a compararlas con idilios o romances de película. Y con tristeza, tenemos que reconocer que desgraciadamente en nuestros días ya quedan muy pocos Romeos y muy pocas Julietas. Se ha  perdido la cultura serenatera, ya muy pocos hombres “modernos” se preocupan por cultivar tantos y tan hermosos detalles, gestos de adulación y méritos para ganarse el corazón de una mujer.
Actualmente, y gracias a los avances tecnológicos, se puede dar serenata mediante una computadora, entrando a una página web, como, serenata.com, se eligen los temas musicales y se los envía a la amada por e-mail. Esto se podría llamar una “ciberserenata”, ¿Habrá cosa más fría? ¿Tanto se ha degradado el sentimiento del ser humano?
Pero, volviendo atrás en el tiempo, en plena serenata y en medio de mil suspiros del alma, debido a que el corazón latía aceleradamente esperando ver alguna señal en la ventana de la amada, no nos preguntábamos qué sentía ella cuando en medio de sus sueños escuchaba una suave melodía en el aire a mitad de la noche, una guitarra, una voz o un trío cantando esta canción:
 “Tus besos se llegaron a recrear, aquí en mi boca
Llenando de ilusión y de pasión, mi vida loca
Las horas más felices que pasé, fueron contigo…

O aquella otra que decía:
“La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar…”

Y vos, mujer, ¿Te acordás?



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