miércoles, 23 de marzo de 2011

LEYES ESPIRITUALES PARA EL MATRIMONIO

Por Chacho Candia
Hay una interesante situación homologable entre el matrimonio y la relación de Jesús con la iglesia. La Palabra dice: “Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor”,  a lo cual, muchas mujeres podrían argumentar: “Cómo me voy a sujetar a mi marido, si es un tal y cual…”. Pero hay un argumento bíblico que así lo dispone: “El marido es cabeza de la mujer”… de tal manera que si la mujer quiere un hogar conformado en base a la Palabra, debe ser sujeta a su esposo, esto lo dice Aquél que instituyó el matrimonio desde el principio de la humanidad.
El marido es cabeza de su mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo. Pero el hombre no debe valerse de esto para hacer lo que le venga en gana y ejercer un falso machismo. El marido debe discernir que es autoridad sobre su esposa, y esa autoridad la va a poder discernir cuando comprenda que su esposa no es algo que está bajo la planta de sus pies, sino que, más bien, es parte de él, es su propio cuerpo. Si el esposo no discierne esto, jamás podrá ejercer autoridad sobre su esposa, porque, sencillamente, nunca llegará a ser autoridad espiritual de ella.
Pero, hay otra cosa muy importante que los maridos deben saber: Jesús se ganó el lugar de ser cabeza de su esposa, la iglesia, porque El es su Salvador (Sotter, en griego, idioma en el que esta palabra tiene las acepciones de salvador, sustentador y libertador), y de igual manera, el marido tiene que ganarse el hecho de ser cabeza de su esposa preocupándose por ella tal como Jesús lo hizo con su iglesia.
Muchos maridos no les hacen faltar nada a sus esposas, las sustentan muy bien, pero aquí no estamos hablando de sustento material… ¿cuánto hace, marido, que no hablas con tu esposa, que no te interiorizas por cosas que la afligen, de cosas que la preocupan y le quitan el sueño?
La Palabra también dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. Es lo que el Señor exige.
Así como el marido debe discernir lo que es ser autoridad espiritual de su esposa, también debe comprender que esa autoridad no ha de venir sobre él si no ama a su esposa. La Palabra manda: “…amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia”. Y nos preguntamos ¿cómo amó Cristo a la iglesia? La respuesta es por demás conocida, Él se entregó, fue a la cruz y dio su vida por ella.
De igual manera el esposo debe ir a la cruz las veces que sea necesario, con renunciamientos, muchas veces con todo lo que pudiera querer y desear de su mujer ideal, de su mujer perfecta, de su mujer 10. La sujeción y el respeto que la mujer tenga por su esposo debe ser por amor y nunca por temor. Si la esposa, por ejemplo, le lleva el desayuno a la cama al esposo, debe ser porque así lo siente ella de agradar y servir a su esposo, porque él, a través de su cariño y cuidado para con ella, se ha ganado ese trato. El matrimonio es de dos, no de uno.
La iglesia antes de conocer a Cristo era imperfecta, recordemos a Saulo de Tarso (Pablo), encarnizado perseguidor de cristianos pero luego el más grande propagador del evangelio por el mundo conocido, así vemos como El se preocupó de todas esas imperfecciones simplemente por amor, y este es el ejemplo a seguir.
Muchos podrán decir; “esto es muy bonito en la teoría…pero, ¿qué hay de la práctica…? si mi marido (o mi mujer) me ha hecho esto y esto... Pero, acá es donde tenemos que comprender que es necesario aprender a perdonar, así como Dios nos perdona a nosotros. No es posible alcanzar bendiciones para nuestro hogar si vivimos siempre sacando a flote recuerdos recurrentes del pasado. “Yo no puedo perdonar”, podrá decir alguno (a), pero tenemos que darnos cuenta de que no es en nuestras fuerzas que tenemos que hacerlo, en nuestras fuerzas no podríamos por nuestra naturaleza carnal, es en las fuerzas de Aquel que todo lo puede, de Aquel que dio su vida por nosotros, que es quien nos da estas leyes espirituales para el matrimonio.
Marido, déjame preguntarte: ¿querías una mujer perfecta? ¿una mujer ideal? ¿una mujer 10? Ahí la tienes, es la que Dios te ha dado.
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gen. 2:24).
“Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre” Mc. 10:9.
                 

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