martes, 22 de marzo de 2011

EDITORIAL ZOOM 38

CONÓCETE A TI MISMO
Muchos buscan la felicidad adquiriendo objetos o desarrollando diversas actividades, incluso algunos viajan a distantes países en su afán por encontrarla. Sin embargo, la felicidad es algo que está siempre con  cada uno, sin importar el lugar en donde se encuentre.
El conocerse a sí mismo, con defectos y virtudes, reconocer y admitir lo que se tiene, bueno o malo, es de vital importancia para alcanzar el equilibrio y la ansiada paz interior que es lo que nos proporciona, realmente, aquello que los humanos hemos dado en llamar felicidad
Hay personas que leen mucho, estudian mucho y adquieren un gran caudal de conocimientos en un ilusorio esfuerzo por alcanzar la sabiduría que les proporcione la paz interior que finalmente derivará en felicidad, pero ya el efesio Heráclito (544 – 484 A.C.), había llegado a la conclusión de que la multiplicidad de conocimientos no proporcionaba sabiduría, y posteriormente, Sócrates (470 – 399 A.C.) adopta el lema del santuario de Delfos en la antigua Grecia: "Conócete a ti mismo", porque él consideraba que “la verdadera sabiduría reside en reconocer la propia ignorancia”.
Pero, el llegar a conocerse a sí mismo no es un camino fácil de recorrer, hay que ser consciente y reflexivo. Conocerse a sí mismo requiere un esfuerzo que puede durar años el llegar a lograrlo, porque nuestros patrones de conducta, así como lo que acostumbramos a pensar y a sentir, son condicionamientos y esquemas que hemos adquirido a través de la historia de nuestra vida. Lo que hoy somos, es producto de lo que hemos sido hasta ahora. Es necesario ser totalmente imparcial en el observarse y autoanalizar los propios pensamientos y acciones, pero es algo que bien vale la pena hacer. 
No somos lo que creemos ser. Lo que estamos contemplando son esquemas emocionales y mentales que no son nosotros, sino que son “formas” adquiridas a través del tiempo de nuestra vida, producto de circunstancias en las que ha transcurrido nuestra existencia.
Una persona es lo que los demás han querido que sea. Tiene ideas políticas, religiosas y concepciones de la vida que son una consecuencia natural de lo  que le inculcó la familia, la educación, los medios de comunicación, en definitiva, el ambiente en el que se desarrolló. Pero eso no es la persona.
Si les preguntamos a los demás que nos describan, que nos digan quiénes somos, nos encontraremos con otras versiones muy distintas a la  de nosotros  mismos. Los demás nos ven de otra manera.
Es muy valioso investigar por qué pensamos y sentimos como lo hacemos ahora, y recordar los hechos del pasado donde se incorporaron estas creencias. Si hacemos un cuidadoso examen de nuestras creencias y esquemas mentales, preguntándonos si realmente nos agrada pensar y sentir así, es porque nos encontramos alcanzando un interesante grado de madurez, la cual es “el arte de  vivir en paz con situaciones que no podemos cambiar o tener el valor de cambiarlas cuando las circunstancias así lo exigen". Entonces, sí, es posible que comencemos a conocernos verdaderamente y a librarnos de pesadas “mochilas” que bloqueaban nuestro camino hacia una vida más plena, alcanzando paz interior y, ¿porqué no? la tan ansiada felicidad.



EL DIRECTOR
José Candia Caro

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